Síntesis del
cuento El Rey, de la autora Ana María Matute.
Extracto del
libro La vida en las aulas, del autor Carlos Lomas
Es una trama
que nos habla de un niño discapacitado, paralítico de la cintura hacia abajo,
que vivía junto a su madre en un modesto cuarto ubicado en la azotea de una
escuela, donde su madre era quien cocinaba y cuidaba del maestro de la pequeña
escuela.
Doña Dorotea
Marina es la madre de Dino, el niño discapacitado, ella es quien está al
cuidado del maestro Don Fabián, quien solo se limita a dar clases y no
socializa con nadie. Por otra parte
Dino, que su única distracción es mirar por la ventana, se conoce todas las
clases que se imparten en cada horario, tan solo escuchando.
Una vez que el
maestro Fabián muere, llega su reemplazo, el maestro Fermín, quien al conocer
de la existencia de Dino, entabla una amistad con él, le enseña a leer y
escribir, le cuenta historias, hablan cosas de hombres y sobre tierras lejanas,
logrando hacer muy feliz tanto a Dino como a su madre, y ganando el aprecio
total de Dino y de su madre.
En esta
historia, su autora, Ana María Matute (1925-2014), quien se distingue de otros
escritores por su marcada influencia vivida en la segunda guerra mundial, no
trae tanto ese capítulo triste en la narración que sintetizamos, logrando una
historia de final feliz y diferenciando una marcada humanidad entre un maestro
y otro. Siendo novelista y cuentista logró destacados galardones a lo largo de
su carrera, entre estos el Premio Nacional de las Letras Españolas; también
formó parte de la Real Academia Española de la Lengua desde 1996. Entre las
facetas de su vida como escritora están sus narraciones cortas y su fascinación
por la vida de los niños a quienes les dedicó varios cuentos.
Haciendo
alusión a esa humanidad que diferencia a un maestro de otro, puedo encontrar
similitud en suceso de mi vida, en un profesor de matemáticas de mi segundo año
del nivel educativo conocido entonces como primer ciclo.
La similitud
es en lo humano del maestro y en su metodología amable que cambió mi vida, una
vez cuando antes de iniciar su clase nos dijo estas palabras: ¿Alguno de
ustedes ha contabilizado cuánto lleva de vida en minutos, o en horas o en meses
o días?...sin calculadoras por favor a ver quien responde su edad exacta. Luego
de este dinámico ejercicio mental donde cada uno se desvivía por responder
correctamente su edad en días o semanas o minutos, etc, nos agregó : ¿y cuántos
de esos días, minutos, segundos o meses vividos ustedes dedican a dar gracias a
Dios por haberles permitido vivirlos? Hubo un gran y profundo silencio. Sin
comentar ni agregar nada, comenzó su clase.
Esto dejó una
huella en mi que por años fue norte de mi vida, quise ser sacerdote, y justo al
terminar mis estudios secundarios le comenté a mi madre que entraría al
Seminario Mayor San José, pero ella, muy triste me dijo algo que dejaría mayor
valor en mi, por el amor que siento por ella: Eres mi hijo menor y he soñado
toda la vida con ver un nietecito que me des tu. Hoy día, a casi 25 años de
matrimonio, padre de 2 bellos hijos universitarios, cada domingo durante la
misa, me digo...ese sacerdote pude ser yo, y tal vez hubiera dado una mejor
homilía. Desde ese día, dedico varios minutos en diversos momentos del día al
agradecimiento divino por cada suceso, empiezo y termino mi día dando gracias a
Dios. No fuí sacerdote ni he logrado ser un santo...dudo mucho llegar a ese
nivel.
J. Plinio López S.
Pero eres una gran persona amigo, aunque no seas sacerdote, éxitos en todo lo que realices. :) :)
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